lunes, 17 de octubre de 2016

BABAYADA 14.- SENTIDO DEL AMOR



Mira el vídeo y descubre la historia:


Te despediste de mi con un beso apasionado, dijiste que me echarías de menos, y vi tu sonrisa a través de la ventanilla del coche antes de que pusieras rumbo al aeropuerto. La noche anterior, mientras hablábamos de nosotros, mientras yo me quejaba de lo abandonado que me sentía desde que tenías que viajar a todas horas y te decía cuánto echaba en falta tu sentido del humor, creí ver una chispa en tus ojos, y por ende, al hombre del que me había enamorado. Me pediste que no me preocupara, que ya se te ocurría algo, y te diste la vuelta. Y yo, queriendo creerte, apoyé la frente en tu espalda hasta que me quedé dormido. 

Estaba desayunando cuando me llegó el mensaje. Tienes la maleta en el garaje. Como esta carta será el texto más largo que has leído desde hace años, te la resumo por si no te ha quedado claro su contenido: Vt a la mrd mldt hdp. 



lunes, 10 de octubre de 2016

BABAYADA 13.- MUÑECOS

MUÑECOS

Una tarde dijiste que yo era tu muñeca. Que sólo con que tus manos me rozaran yo cerraba los ojos y que en cuanto dejaban de hacerlo, los abría. ¡Cómo te reías! Luego me diste un beso con aquellos labios duros que retendría entre los míos con la seguridad de no necesitar nada más. 

Aquel día salí del trabajo un poco antes de la hora. Te complacían las sorpresas. Llegué a casa y encontré un policía en el umbral de la puerta, abierta de par en par. Entré y enseguida alcancé a verla a ella a través de la cristalera de nuestro salón: una conocida común que no fue capaz de mirarme. En nuestro cuarto, una papelina sobre la mesilla, la cama revuelta, las ropas por el suelo y tú apenas cubierto con la sábana que seguramente alguien había echado sobre tu cuerpo desnudo. Cuando los sanitarios terminaron su quehacer pude ver tu rostro por primera vez desde que había llegado. Eras como un enorme muñeco desmadejado, con los vidriados y marinos ojos abiertos. El médico me miró un segundo y yo me acerqué, alargué la mano hasta rozar tus pestañas y por un momento recordé tus palabras. Y disfruté con el juego de cerrar tus ojos con el leve roce de mis dedos fríos. 

martes, 4 de octubre de 2016

BABAYADA 12.- COMEJÉN

Mi editor ha llamado. Cuando el móvil sonó mi mujer y yo estábamos intentado echar un polvo. El caso fue que no sentí dejar lo que estaba haciendo para atender el teléfono pese a que a ella no le gusta que lo haga. Pero hoy, en ese momento, yo estaba pensando que los prolegómenos duraban demasiado y que ya no sabía qué caricias inventar para darnos tiempo. Por eso reconozco que fue un alivio el lanzarme a contestar aún sabiendo que la mamada era de mi editor y que este solo daba señales de vida para agobiarme. ¿He dicho mamada? ¡Dios mío!, dos actos fallidos en un solo momento. Freud se revolverá en la tumba. Lo estoy viendo apuntándome con el dedo y una ceja levantada. Es cierto que mi mujer no es la de antes. Está más guapa, más alegre, se arregla con más esmero. También es cierto que cuando atendí al teléfono no puso el mal gesto que le conozco de años y que cuando le dije quién era apartó la cara, no para ocultar el enfado, sino para azorrarme ese destello de ojos que no pudo evitar deslumbrara el espejo del tocador. Cuando terminé la conversación telefónica ella me ha preguntado por él y he notado evaporada la acritud de otras ocasiones. Le tuve que contar que mi editor me pedía un nuevo trabajo para entretener los intervalos de mi novela siempre inacabada: un conjunto de relatos que tuvieran como tema común los insectos. “Unos relatitos con su cabeza, su tórax y su abdomen, como mandan los cánones”, dijo el muy cabrón, elaborando una carcajada de esas que hace tiempo no le oía. Mi mujer ha sonreído. Está más guapa, más alegre, se arregla con más esmero, le cuesta humedecerse cuando está conmigo y sé que respira aliviada en días como hoy, cuando le digo que tengo que trabajar y le pido que me deje solo.